lunes, octubre 09, 2006

Estoy allí...

Era medianoche. Mi cuerpo desnudo volvía a recorrer la inmensidad de un bosque. Las aves nocturnas vigilaban indiscretamente mis movimientos. El Sol dormía. La ciudad se había perdido en la lejanía. Sólo se escuchaban los tambores, los cánticos, los gritos. Las velas iluminaban un gran caldero, sobre un altar de piedra. Las rocas eran de nuevo lugares en los que sentarse, y la hoguera, como muchas noches, iluminaba a los allí reunidos, aunque no para ser quemados.

Y allí estaba ella.

La Gran Sacerdotisa, había llegado. La reina de meigas, la gran sabia. Su mirada, se clavó en los invitados a la ceremonia.Su siempre acompañante, y posible sucesora, una soltera más joven que ella, la llevó a la roca más alta.

No había tenido una vida fácil. A pesar de ser una gran hechicera en los trabajos de amor y fertilidad, la pareja que había tenido no la había querido. Vivía con su ayudante, sus dos hijas, y otro hijo adoptivo, cuya madre había muerto tras el duro parto. Las leyes, además, no la permitían vivir en pareja, y menos con alguien que tenía más de una pareja. Pues era ella, la Sacerdotisa. Tenía que centrarse en su trabajo y ayudar a su pueblo.

No era materialista, pero a pesar de ello, recibía ofrendas de su tribu, de comida o flores. Era muy querida, aunque también odiada por algunos.

La Gran Sacerdotisa, tomó entre sus manos un cuenco de agua.Recitó unas palabras en honor a la Diosa Ana, y bajó de la roca, para sentarse en una más baja pues se sentía más cómoda sentada con su pueblo. Mientras tanto, los niños, jugaban en la ladera del río.

Sentí el deseo de estar allí siempre.

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